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Continúa el Juicio Subzona 14: Las huellas de la represión en Ing. Luiggi y Jacinto Arauz

Este lunes, en el Aula Magna de la UNLPam se reanudaron las audiencias del tercer juicio Subzaona 14. Declaran víctimas del terrorismo de Estado en territorio pampeano.

La audiencia inició a las 8.30 horas con el testimonio de Carlos Horacio García. Lo detuvieron en Ingeniero Luiggi con una causa armada por robo de ganado y estuvo desaparecido por 15 días. Durante ese tiempo permaneció alojado en la Seccional Primera de Santa Rosa, donde fue interrogado y torturado con golpes y picana eléctrica. Lo mantuvieron detenido ilegalmente otros 20 días mas en la Unidad Penal 4.

“El Ejército me destruyó la casa en un allanamiento que hizo medio antes de mi detención”, contó.

De aquel día recordó que “estaban con tanquetas”. “Los acompañó el comisario del pueblo (Ingeniero Luiggi). Me golpearon y me llevaron a la comisaría donde me interrogaron”.

“En su momento hasta me invitaron a comer porque estaban haciendo un asado a la noche y les dije que prefería morirme de hambre. Y uno de ellos me dijo que me calmara porque si no me iba a ir peor”, contó.

“Lo que menos me dolió fue que me peguen. Después me dejaron de atender el Banco pampa, YPF, me dejaron en la ruina”.

En diciembre de 1975 fue detenido por segunda vez. “Me cagaban a palos y me preguntaban por la novia de Serveto, que era un joven que le habían dado poder de comisario, y querían saber si yo salía con la novia. Pero nunca se los dije”.

Cuando preguntó de qué era acusado “el juez federal Walter Lema me dijo que me llevaron detenido por pelotudo”.

Fue llevado a la Seccional Primera de Santa Rosa, donde estuvo 15 días detenidos “sin que nadie sepa nada de nosotros”, contó. “Fui torturado. Un tal Velásquez me hizo la vida imposible, casi me mata”.

Después lo llevaron a la Unidad Penal 4 “pero un tal Blanco no nos quería recibir por el estado en que me habían dejado por los golpes”, recordó.

“Ellos creían que yo era subversivo. Yo tengo amigos que se recibieron conmigo que son desaparecidos, como el caso de Folonier”, relató.

“Salí sobreseído en la justicia federal y en la justicia ordinaria, si yo no había hecho nada. Lema me dijo que no hable más del tema sino iba a aparecer en una zanja, y que no lo tomara como una amenaza sino que era el modus operatorio de estos tipos”, indicó.

“A mi me dejaron enfermo, trastornado. Yo tarde en hablar mucho con mis hijos y contarles. Cuando los condenaron (a los represores) me senté en el cordón de la vereda y me puse a llorar. Ahí fue cuando empecé a hablarlo”, rememoró.

Por último manifestó que «quiero recordarles que en esa época que me hicieron todo eso, mataron a Santiago Pomfile. A él le habían robado ganado y él estaba atrás de los pasos de quienes le habían robado. Yo creo que iba a terminar en un lugar, la Policía o en gente vinculada a la Policía. Una de las personas que estuvo detenida por su muerte, era un policía de apellido Rodríguez, trabajaba en Luiggi».

En segundo lugar declaró Maria Antonieta Lebed, la esposa de Carlos Samprón, director del Colegio José Ingenieros de Jacinto Arauz, uno de los episodios más violentos de la represión ilegal en esa ciudad del sur pampeano, y cuyas fuerzas vivas tenían conexión directa con la base naval del Ejercito en Bahía Blanca.

“Siempre fui peronistas y esto siempre ha sido un problema. En el 74, 75 estudiaba Trabajo Social y militaba en el peronismo de base, como era común en esa época. Nos casamos con Carlos Samprón en el 74 y en el 75 nace mi hijo mayor Federico. Carlos era director de la Escuela Agraria dependiente de la Universidad del Sur de Bahía Blanca. Cuando muere Perón, la avanzada de la derecha en la Universidad lo deja cesante”, repasó.

“Mi hijo nació en marzo del 75, Carlos sale a buscar trabajo, hasta que lo convocan de la Escuela José Ingenieros de Jacinto Arauz. Comienza el trabajo y con el tiempo nos enteramos que había otro candidato a ese cargo y le hace una denuncia en el Servicio de Información Naval por la militancia política de Carlos, que había sido presidente del Centro de Estudiantes de Agronomía”, contó.

“En abril nos acomodados, Carlos empezó a trabajar, ahí ya nos enterábamos de cosas que pasaban por amigos de Bahía Blanca, después en marzo del 76 es el golpe, yo quedo embarazada nuevamente, y uno de los indicios de que algo nos iba a suceder es la aparición de un inspector de la Superintendencia de Enseñanza privada en mayo o junio de ese año, revisa los planes de estudio del Colegio, el listado de profesores, en mi casa revisa mi biblioteca me hace comentarios sobre libros que tenía y hace un informe. Esto ya fue muy extraño”, recordó.

Antes, Lebed dijo que se enteró antes que el Ejército iba a ir a Rauza por que “Jorge Malán, un empresario pampeano importante, tiene un encuentro con alguien que conocía y que se lo informa». «Yo estaba por tener a mi otro hijo, discutimos con Carlos, yo le dije que me quería ir y el no. Nos quedamos, nació mi hijo, tuve alguna dificultad con el parto y estuvo como 3 días en la clínica de Favaloro, voy a casa y la primera noche que dormimos todos en casa, a eso de las 7 de la mañana lo llaman a Carlos porque estaba el Ejercito revisando todo, el va y yo no lo veo hasta un mes y pico después. A la hora y media entraron militares a casa, venían de Toay, me revisan todo y me dejan detenida en mi casa hasta nuevo aviso, sin poder salir ni moverme”, contó.

“Volvieron de una manera muy abrupta, tiran todo, levantan al bebe del canasto, requisan la casa golpeando el piso, zócalos, una situación muy traumática. Esa tardecita viene un militar de apellido Iriart a decirme que me levanta la prisión y viene Jorge Malán a acompañarme. A la mañana entran otra vez, porque estuvieron varios días en Arauz”, detalló.

Antes también se había enterado que «hubo una reunión de las fuerzas vivas de la ciudad con un comisario de apellido Fiorucci. Eso está en los expedientes. En ese encuentro que tiene con los farmacéuticos de apellido Muse, con el señor Rostán, que creo después fue el intendente de la dictadura, y la directora de la Escuela Primeria Nacional de esa época, y otras personas, hablaban que en el Colegio José Ingenieros había una célula guerrillera o por lo menos un adoctrinamiento y adiestramiento de los estudiantes».

Días después de varias detenciones y la fuga del docente Guillermo Quartucci, Lebed viaja a Santa Rosa para saber donde estaba su esposo sin resultados. A su regreso a Aráuz, el cura del pueblo le dice «vos no tenes idea en lo que estás metida». «Había varias personas desaparecidas, Carlos, Alvarez, Bertón, Pozo Grados, y Quartucci. A mi se me ocurre llamar a Favaloro, porque tenía bastante vinculación con Malán y muchas personas del pueblo. Frente a mi requerimiento, el doctor Favaloro dijo que con ese tema no se quería meter».

Probó contactar al Obispo «pero tampoco me quiso ni recibir». Fue pasando el tiempo y a los 15 días viajó a Toay. «Me presento con una carta de un militar dirigida a Iriart. Me sentaron en una habitación sola con las puertas cerradas y vienen con una ficha, donde hay datos míos, y un militar me dice «acá la comunista es usted y no la podemos poner presa porque no hay cárcel de mujeres», yo pensé que no salía pero me dejaron irme y recién al mes recibo una información que podía ir a visitarlo a Carlos».

Durante sus visitas recordó que el trato en la cárcel «fue humillante». «En la Unidad Penal 4 nos desnudaban pero en la cárcel de Santa Rosa (Seccional Primera) era más humillante. Al bebe lo llevé dos veces, porque se me complicaba muchísimo, a mi me habían dejado cesante en mi trabajo».

«Los habían torturado prácticamente todos los días. Estaban incomunicados. Uno de los compañeros tiene secuelas por este tema. Carlos no quería contar nada, cuidaba mucho eso. Pero yo vi su sufrimiento», expresó.

«Yo estuve 4 meses más en Arauz, hasta que vino el intendente de facto, creo que de apellido Rostán, y me dijo que me tenía que ir porque me habían declarado persona no grata. Eso significó que ese día dejara los muebles en el galpón de los Bertón, subiera al auto a mis dos chicos con lo que pude llevarme, y me fuera al campo de mis padres en Medanos, partido de Villarino, provincia de Buenos Aires. Fue un golpe tremendo porque no me quería ir, porque me permitía estar más cerca de Santa Rosa, y me tuve que ir porque me echaron», contó.

«Fue muy duro. Teníamos amigos, allá las casas no cerraban las puertas, pasaban sin avisar, y de golpe se cruzaban de vereda. Por eso valoro tanto a la familia Malán, porque nos ayudaron muchísimo y fueron de los pocos que siguieron acompañándome», expresó.

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